lunes, junio 25, 2007

México Burocrático

El texto siguiente se debe a la autoría de Luis Rubio del CIDAC que apareció ayer publicado en Reforma, me parece muy relevante:

Los ejemplos son evocadores y memorables, pero sobre todo evocadores. El ciudadano que debe dar mil y un vueltas para satisfacer al burócrata que sólo admite un trámite simple: el acta de defunción del solicitante. El funcionario probo y competente que, con plena conciencia, toma malas decisiones porque sólo así un torpe auditor al servicio de la burocracia no pondrá objeciones. El empresario que no ve la luz del día entre tantas regulaciones tan inútiles como contradictorias. El ciudadano ejemplar en materia fiscal resignado a perder horas y horas de su valioso tiempo para renovar su "firma electrónica" cada dos años a causa del dudoso privilegio de pagar impuestos. El científico que, favorecido por algún fondo para desarrollar su investigación, no logra que los funcionarios administrativos liberen los recursos por miedo a contravenir algún criterio que se llegara a inventar en los años subsecuentes.

Los ejemplos son interminables, pero el común denominador es uno: la burocracia, sobre todo la mente burocrática, ha tomado el control de México. Todo en el país se ha burocratizado al grado del estancamiento, mientras los llamados "poderes fácticos", esos que están por encima de la ley y las regulaciones que afectan a los ciudadanos normales, tienen cancha para hacer de las suyas. El México de la gente normal vive asediado no sólo por la inseguridad, la criminalidad, los excesos sindicales y las empresas que la abruman, sino también por los burócratas que, muchas veces sin darse cuenta, han hecho del reino del hombre un mundo kafkiano sin salida.

Todo en México se ha burocratizado. Aunque el país sufre del centralismo desde su origen, la burocratización de esta época presenta novedades inusitadas. El México de antes, al menos el de buena parte del siglo pasado, mantenía suficiente flexibilidad como para hacer posible una evolución normal de la vida ciudadana. El llamado "milagro mexicano" de mediados del siglo XX, ese que durante cuatro décadas arrojó en promedio tasas de crecimiento económico superiores al 6.5 por ciento con una inflación menor al 3 por ciento, no podría explicarse sin esa flexibilidad. El gobierno procuraba resolver problemas y la ciudadanía, aunque vivía bajo el yugo de un sistema monopartidista abusivo, conservaba espacios de acción funcionales.

Algo comenzó a ocurrir en los sesenta, pero sobre todo en los setenta, que eliminó toda flexibilidad e introdujo mecanismos de control tan brutales que destruyó la capacidad de adaptación. Esto fue evidente en la manera que el gobierno mexicano dio respuesta al movimiento estudiantil de 1968: no había ya capacidad de adaptación al mundo cambiante. Las cosas empeoraron a lo largo de la siguiente década cuando se intentó cambiar al país por medio de decretos, fideicomisos y leyes, la mayoría de los cuales no hicieron más que complicarle la vida a la ciudadanía. Otro poco se agregó en los ochenta cuando se creó ese monstruo burocrático llamado Secretaría de la Contraloría, que sólo sirvió para paralizar al sector público sin mermar ni un céntimo la legendaria corrupción. Cualquiera que sea la explicación, el hecho es que el país sufre de una aguda inflexibilidad que mata toda iniciativa, impide la creación de empleos y privilegia los controles sobre el desarrollo.

La pregunta es si esto se puede cambiar. Nuestra historia es rica en ejemplos de cambios abruptos. Aunque ha habido momentos de adaptación, los grandes cambios -pienso en la Revolución- se dieron de manera violenta. Esos grandes rompimientos generan tiempos de ajuste y reajuste, seguidos de periodos, en ocasiones muy largos, de prosperidad. Tarde o temprano todo se anquilosa y torna inamovible. Luego de años de empuje y prosperidad, el porfiriato experimentó un periodo de regresión y parálisis. Algo similar ocurrió con la era preindependentista. La interrogante es si será posible construir una salida distinta, una que no requiera de grandes convulsiones, pero permita transformar al país positivamente.

El problema es doble: por un lado, las estructuras formales que sustentan el mundo burocratizado que padecemos de manera cotidiana. Por el otro, la mentalidad que surge de dichas estructuras y la forma en que ella repercute sobre la población. Cambiar estructuras -leyes, reglamentos, secretarías- es fácil. Nuestros políticos lo han hecho con pasión y sin miramiento a lo largo de los años: baste apreciar el número de enmiendas a la Constitución para comprender el sentido de permanencia de las cosas. El gran problema reside no en las formas sino en la mentalidad que las crea y modifica. Las leyes y reglamentos no surgen de un vacío, sino de un contexto específico. El contexto actual genera miedo y el impulso de buscar protección ante una potencial persecución futura. Eso crea una mentalidad de acoso que se traduce en reglas imposibles de cumplir, demandas de satisfactores inexistentes y la inevitable propensión a no actuar. También explica el comportamiento de los funcionarios más probos y competentes: toman decisiones que se ajustan a la torpe y compleja normatividad a sabiendas de que no es la manera natural y razonable de actuar. De los que no son competentes y probos mejor no hablamos porque de ellos es el mundo terrenal.

Peor todavía, la mentalidad burocrática tiene un efecto espejo en la población: el ciudadano de a pie tampoco quiere problemas, por lo que toma actitudes de distanciamiento: no respeta los semáforos en rojo, se estaciona donde sea, no sigue regla alguna y jamás es responsable de nada. En este río revuelto, ganan los que no ven necesidad de apegarse a regla alguna porque están por encima de ellas. Ésos son los que se hacen ricos sin trabajar, los que gozan de concesiones y prebendas y los que administran los diversos tipos de criminalidad.

El punto es que nuestros problemas no se resolverán como pretenden nuestros políticos, con el infinito cambio de la legislación. Tenemos que modificar el contexto para transformar, primero, la mentalidad burocrática. Hay una teoría bíblica aplicable a esta situación, que dice que la razón por la que Moisés anduvo dando vueltas en el desierto 40 años antes de entrar a la Tierra Prometida fue por el imperativo de romper con la mentalidad de esclavos que tenían los hebreos cuando salieron de Egipto. Para ello, según esta teoría, era necesario un cambio generacional. Nosotros tenemos que encontrar el equivalente: algo que nos una para poder sumar al país detrás de una transformación. De lo contrario, pasarán 40 años y seguiremos en el mismo lugar.

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Hasta aquí el texto de Rubio, que no comenta algo bien importante sobre el tema: Su COSTO.

De la página de la SHCP, en la cuenta Balance Público pueden extraerse las siguientes cifras, en millones de pesos, totales para el período de Enero-Abril del 2007:

Ingresos Tributarios, esto es la suma de todo lo recaudado por ISR, IVA, IEPES, Importaciones, Impuestos al rendimiento, Derechos, o sea todo lo que “naturalmente” recauda el gobierno y por “natural” me refiero a que excluyo los ingresos que le ordeñan a PEMEX, la cifra es: 381,230.7

Y ahora, ahí mismo tenemos los Egresos, y en la partida Gasto Corriente, se escribe la cifra: 438,880.0

Así que si escribimos la cuenta de balance Ingresos – Egresos = -57,649.3

Lo que quiere decir que todos los impuestos no alcanzan para pagar la cuenta corriente de la burocracia, que se tiene un déficit de 57,649.3 millones de pesos, que por supuesto está cubierto por la ordeña petrolera, ordeña que se agota, y de ahí la necesidad de exprimir ahora a nosotros más.

Estas cifran hablan por sí mismas, y son la explicación misma de por qué la “Reforma Hacendaria” tiene un objetivo totalmente recaudatorio, es decir, nos quieren exprimir más, y que no salgan con que es para los pobres, es en realidad para subsanar este déficit de la cuenta pública de la gran marrana que es el Estado Mexicano. Y este tamañote del Estado es así por que tú, por que nosotros lo hemos permitido, y ahora tendrás menos dinero para ahorrar, para formar tu patrimonio, el gobierno te lo va a quitar, precisamente para mantener la “Mentalidad Burocrática” a la que se refiere Luis Rubio.

Y la consecuencia de esto será, como siempre ha sido, bajo crecimiento y escasa generación de empleos.

6 comentarios:

  1. Nosotros tenemos que encontrar el equivalente: algo que nos una para poder sumar al país detrás de una transformación. De lo contrario, pasarán 40 años y seguiremos en el mismo lugar.

    La descripción de la "mentalidad burocrática" que da Luis Rubio es muy buena. Pero su "solución" es una perfecta tontería. Según él, sólo tiene que suceder "algo que nos una". Tan pronto suceda, corregiremos el rumbo y haremos de México una gran nación y un gran estado.

    Pero ¿qué podría suceder que nos uniera a todos los mexicanos? ¿Que se acabe el petróleo? Eso no nos va a unir: al revés, va a ser la causa de que nos peleemos aún más. ¿Una gran devaluación? Ya ha sucedido antes. Y no pasó gran cosa, fuera de que nos empobrecimos más. ¿Que una potencia extranjera nos declare la guerra? Eso sí nos uniría... nomás que ninguna potencia tiene pensado invadirnos o atacarnos. ¿Un gran terremoto que acabe con el DF? ¿O que la península de BC se desgaje? ¿O que la de Yucatán se hunda? Nada de eso va a pasar. Y aunque pasara, a los norteños no les importa lo que les suceda a los defeños, costeños o sureños. Ni viceversa. Así que pasarán los 40 años de Rubio y seguiremos igual.

    La solución verdadera es el desmantelamiento de la república y su fragmentación en miles de municipios autónomos y soberanos. Con eso se acaban la burocracia y muchas otras cosas.

    (Pero no lo quieren ver. Siguen soñando conque un día aparecerán los políticos y burócratas probos y honestos que salvarán al país.)

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  2. Es lo que a mi me molesta bastante de la retórica que últimamente ha estado utilizando el presidente, hablando de "deudas" que los mexicanos tenemos con los más pobres (como si la castigada clase media tuviera la culpa de la pobreza). En el fondo, todo el dinero que quieren recaudar es para seguir manteniendo al monolítico e ineficiente gobierno.

    Supongo que en un discurso no sonaría tan bonito algo asi como "una deuda que el pueblo tiene con los heróicos burócratas nacionales".

    Saludos.

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  3. WG, la autonomía a municipios y estados no debilitaría a la República. Por el contrario, la fortalecería. Pero eso... tampoco va suceder.

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  4. Exacto, Roland. La retórica de Calderón se ha vuelto socialista. Sólo le falta decir "deuda histórica" para pasar directamente al marxismo.

    Por supuesto, es puro cuento. Calderón y Carstens quieren más dinero para a) pagarle a la burocracia, b) tener apaciguado al sindicato de Elba Esther, y -principalmente- c) mantener su propia cuota de poder.

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    No te entiendo, Fiorestano. La soberanía de los municipios es el final de la república. Por definición.

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  5. William & Roland

    Para mí es muy claro, y lo voy a escribir en un post, que la inercia burocrática nos está asfixiando, todo este dinero que creen (lo dudo y voy a explicar por qué), es para seguir alimentando a la marrana que ante el agotamiento de Cantarell tienen que sacar recursos de a ver donde.

    Fortalecer los municipios yo creo que está bien, descentralizar, pero sigue la plaga federal como el IMSS la CFE etc. No creo que ayude de mucho.

    Y la única que creo que nos puede unir es cuando la gente se de cuenta que el Estado ha ido muy lejos con su aparato burocrático y los obligemos a reducirlo. ¿Una crisis económica colosal? sí, quizá.

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  6. WG

    porque la autonomía municipal y estatal es la base de una república federal. De eso se trata. Y que los ciudadanos de cada Municipio vigilen a su alcalde MUY de cerca y cómo se gasta en dinero. Ahora todo bien "por línea" del partido (o de los narcos), no tiene lógica republicana alguna.

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