lunes, abril 10, 2006

Irlanda, Un Ejemplo

Irlanda es quizá el ejemplo más dramático de como un país pobre se convierte en pocos años en un rico, he aquí la historia:

Quiero exponer a los lectores de “Lupa” el caso de Irlanda, que aunque lo sintamos distante, tiene más cosas en común con nosotros de lo que cualquiera pudiera imaginarse: Pues bien, hace tan solo una década, Irlanda era un país en esencia Socialista, poseedor de un Estado paternalista, benefactor, que como aquí, dirigía sus inútiles esfuerzos al combate a la pobreza, el desempleo, y proporcionaba educación y seguridad social gratuitas, era uno de los países más pobres de Europa y los irlandeses pagaban un mínimo de 40% de sus ingresos en impuestos. En 1987, el ingreso per capita de los irlandeses era de menos de un tercio del de sus vecinos ingleses. También en esta época para Venezuela el ingreso per cápita era el doble que el de Irlanda.

Durante varias generaciones, Irlanda apenas lograba mantenerse a flote porque gran número de los jóvenes emigraba para conseguir trabajo y enviar remesas a la familia. Así, allá como aquí los pueblos eran de los viejos, las mujeres y los niños.

Tenemos pues en 1987 un Estado atrapado por ideologías paternalistas e intereses mercantilistas rentistas que tiene a Irlanda atrapada en un elevado gasto público, especialmente burocracia y déficit fiscal. Sin embargo, en este año Irlanda ingresa a la Comunidad Europea, esto por supuesto no resolvió los problemas, como tampoco el TLC de Norteamérica los ha resuelto aquí. Este ingreso a la Comunidad Europea expuso los errores nacionales a la vista de los demás y a los efectos de su competencia. El país tenía que abrirse necesariamente al ingreso de productos de sus socios del Mercado Común y su economía comenzó a competir en forma directa con las de los demás países europeos. Un país poco preparado y que no hace su transformación y se abre trae de inmediato consecuencias nefastas: Cierre de empresas, más desempleo, empleo informal, inseguridad. Ante la caída de los ingresos, no podía sostener una administración fiscal con déficit del orden del 18% del PIB, como sucedía en los años 80. El país estaba técnicamente quebrado. Las voces clamaban por salirse de la Comunidad Europea para regresar a los viejos mediocres tiempos aquellos y volver a cerrarse a piedra y lodo de la globalización.

La situación se tornó insostenible, pero a diferencia que aquí, el gobierno aceptó que había llegado la hora de las reformas. Esto sucedió en el año 1987 con una serie de reformas fiscales, cuyo principal componente fue la reducción del gasto público y de los impuestos. Las tasas marginales del impuesto a las ganancias se redujeron del 65% al 42% y luego más aún. La tasa impositiva para las empresas que oscilaba según la actividad de 10% a 40% se fijó en una sola del 10 %, para las personas físicas se fijó en 12.5%. Siguió la reforma laboral, flexible, aboliendo los salarios mínimos, permitiendo la contratación por horas, extendiendo los períodos para despido sin causa a un año, haciendo más simétrica la relación laboral entre empleador y empleado, siguieron las leyes específicas o reglamentos que se simplificaron al máximo posible. Y finalmente, redujo, sin temor a generar un desempleo masivo el tamaño del Estado, los gastos del gobierno bajaron de 55% del PIB en 1985 a 41% en 1995, a 22% en 2000.

¿Qué pasó? Cuáles fueron las consecuencias de estas acciones tan “draconianas” y radicales: El primer efecto y más evidente fue sobre las inversiones extranjeras
comenzaron a llegar y pronto se convirtió en el favorito de los inversionistas en los años 90. Y en poco tiempo el déficit fiscal se había reducido al 3% del PIB, y en la actualidad Irlanda presenta un superávit de la misma magnitud.

Hoy a Irlanda la llaman “el tigre celta”, la más brillante estrella de Europa. El ingreso per capita de los irlandeses ya superó al del Reino Unido. La economía irlandesa creció 20% entre enero de 1995 y junio de 1997. Entre 1993 y 1997 se crearon más puestos de trabajo en que durante los 30 años anteriores. El desempleo se redujo en 30% entre 1995 y 1998. La inflación se ha mantenido baja a medida que el déficit presupuestario se ha convertido en superávit y la deuda del estado como porcentaje del PIB ha caído de 82% a 63% en los últimos tres años. El año pasado creció al 9%.

Irlanda, ha emergido a la superficie de los países desarrollados. Se ha transformado de una economía manufacturera de bajo costo, para, montada sobre la ola de la economía tecnológica, convertirse en una de las naciones más ricas de Europa y poderoso magneto para la inversión mundial. De haber partido siendo una isla exportadora de inmigrantes, cuenta ya con más de 1,200 empresas internacionales exportando más de 70 billones de dólares de software, para situarla como la #1 del mundo en la industria.

Contrario a la sabiduría convencional, la reducción de las tasas de impuestos y la flexibilización de las leyes laborales convirtió las largas colas de desempleados cobrando cheques de asistencia social en trabajadores activos, con buenos sueldos y pagando impuestos, razón por la cual se eliminó el déficit. También los emigrantes comenzaron a regresar a su país, el cual se enfrenta ahora a problemas que todos los países latinoamericanos envidiamos: una aguda escasez de viviendas que ha disparado sus precios por las nubes (y generado también una febril actividad constructora), preocupación por la calidad de la educación que permita sostener un ritmo de crecimiento en industrias de tecnología avanzada y la deseable preocupación sobre si la bonanza continuará en el futuro.

En pocas palabras se debe al éxito de los irlandeses en adelgazar a su gobierno, reduciendo el costo del gobierno y haciéndolo menos entrometido y hacer las leyes laborales más flexibles y desregulando ampliamente todos los sectores de la Economía Irlanda además, se ubica ya en el lugar #3 del índice de libertad económica. La clave, la empresa y la sociedad fuerte y un Estado reducido que cumple a la cabalidad sus funciones de proporcionar seguridad física y jurídica, garantizar la propiedad, servir de árbitro ante las diferencias y sobre todo, no interferir con los individuos.

Cuando en “Diálogos por México” Enrique Krauze le preguntó a López Obrador ¿por qué no voltear a ver los países exitosos como Irlanda, Portugal, Nueva Zelanda, etc. que se han transformado en unos poco años? LO con cara de “what” casi gritaba “compló” iniciando una de sus usuales peroratas dejando entrever que nuestro futuro es Bolivariano, Fidelista.

Mucha gente afirma: Muy bien pero ellos son los “irlandeses”, no es lo mismo que los mexicanos, si, no somos iguales, pero tampoco lo es Portugal, o España, o Estonia, y tantos otros países que también tienen historias exitosas que contar. Las leyes fundamentales de la ciencia Económica son las mismas para todos los países. Tomé el ejemplo de Irlanda por ser un claro ejemplo de cómo un país hundido en el Socialismo más capitalismo rentista mercantilista, tal y como somos nosotros, fue despedazado por la apertura comercial, y cómo emergió en unos cuantos años al mundo desarrollado. ¿Es tan difícil ver el ejemplo? La aplicación de medidas similares daría resultados parecidos en nuestros países, sólo hay que hacerlo. Hoy los irlandeses no ven con temor la globalización, se sienten parte ella.

¿Por qué será que nos cuesta tanto trabajo imitar el éxito? Los ejemplos ahí están, el sendero ahí está. ¿Estamos ciegos o simplemente somos necios? O de plano, ¿somos estúpidos?

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