lunes, abril 10, 2006

La Ciencia Económica el Desempleo y la Inflación

La gente no profesional de la economía junto con los deficientemente preparados “economistas” egresados de las universidades públicas en donde sólo conocen a dos economistas: Marx y Keynes creen que la economía moderna sigue en el debate entre los socialistas, Keynesianos vs. Los Neoliberales, y mientras que estos últimos han tomado por asalto los medios reflejando sus precarios conocimientos, manteniendo vivo este aparente debate que debe decirse está totalmente superado, por lo que es hoy inexistente. Mientras, esto ya ha sido superado, en México modificamos las estrofas del himno nacional a “un economista en cada hijo te dio” y seguimos aferrados a enfrascarnos en discusiones que han sido totalmente superadas.

En efecto, la ciencia económica ha evolucionado a la Economía Positiva que es, en principio, independiente de cualquier posición ética o juicio normativo. Se refiere a "lo que es", no a lo "que debería ser". Su tarea reside en suministrar un sistema de generalizaciones que pueda utilizarse para hacer predicciones correctas acerca de las consecuencias de cualquier cambio en las circunstancias. Su funcionamiento ha de ser juzgado por la precisión, alcance y conformidad de las predicciones que suministra con la experiencia. En resumen, la Economía Positiva es, o puede ser, una ciencia "objetiva" en el mismo sentido, precisamente, que cualquiera de las ciencias físicas. Naturalmente, el hecho de que la economía trate de las interrelaciones de los seres humanos y que el investigador mismo forme parte de la materia que se está investigando, en un sentido más íntimo que en las ciencias físicas, da origen a dificultades especiales en la tarea de alcanzar la objetividad, al mismo tiempo que dota al científico social con una clase de datos no disponibles para el estudioso de las ciencias físicas. Pero ni lo uno ni lo otro constituye, una distinción fundamental entre los dos grupos de ciencias.

La Política Económica no puede ser independiente de la Economía Positiva. Cualquier conclusión política debiera basarse necesariamente en una predicción acerca de las consecuencias de hacer una cosa en lugar de otra, predicción que debe estar basada —implícita o explícitamente— en la Economía Positiva.

El objetivo último de una ciencia positiva es el desarrollo de una "teoría" o "hipótesis" que ofrezca predicciones válidas y con sentido (es decir, que no tengan un carácter tautológico) acerca de fenómenos todavía no observados. En general, semejante teoría es una mezcla compleja de dos elementos. Es, en parte, un "lenguaje" ideado para promover "métodos de razonar sistemáticos y organizados" y, en parte, un cuerpo de hipótesis sustantivas diseñadas para abstraer los rasgos esenciales de una realidad compleja. Por supuesto como en toda ciencia, el lenguaje esta basado en las matemáticas, lenguaje que, por cierto, muy poco se domina en las universidades oficiales.

Considerada como un cuerpo de hipótesis sustantivas, la teoría ha de juzgarse por su poder de predicción respecto de la clase de fenómenos que intenta "explicar". Sólo la evidencia empírica puede mostrar si es "aceptada como válida" o "rechazada". La única prueba importante de la validez de una hipótesis es la comparación de sus predicciones con la experiencia. La hipótesis se rechaza si sus predicciones se ven contradichas ("frecuentemente" o más a menudo que las predicciones de una hipótesis alternativa);
se acepta si no lo son, y se le concede una gran confianza si sus predicciones han sobrevivido numerosas oportunidades de contradicción. La evidencia empírica no puede "probar" una hipótesis; únicamente puede dejar de desaprobarla, que es lo que generalmente queremos decir, de forma un tanto inexacta, cuando afirmamos que la hipótesis ha sido "confirmada" por la experiencia. Este es pues el método científico, positivo, de esta forma mientras que el avance de la ciencia económica se dirige a la creación de modelos matemáticos, que expliquen y luego sirvan para predecir variables económicas, aquí nos debatimos sobre la aplicabilidad de hipótesis que han sido perfectamente aceptadas o descartadas en base a la evidencia empírica.

Una de estas hipótesis que es pertinente en el debate nacional sobre política económica se ocupa de la “aparente” relación que existe entre empleo e inflación: Según la sabiduría convencional “un economista en cada hijo te dio”, muchos afirman que la inflación fomenta el empleo. En efecto, basados en un ramal de la escuela keynesiana a la que por cierto, pertenece el asesor económico de López Obrador, que se volvió particularmente fuerte en la década de los 60’s afirmaba que existe un “intercambio” entre el desempleo y la inflación, según esta premisa, los gobiernos pueden inducir una “dosis” de inflación para elevar el nivel de empleo que todos desean. Esta teoría proviene el profesor Phillips quien representó gráficamente el desempleo comparándolo contra el ritmo de aumento de los salarios, es decir, una burda representación de la inflación siempre y cuando haya niveles constantes de productividad y cambios más o menos constantes en los precios. Bajo esa teoría, los políticos lograban “afinar” la economía con políticas monetarias expansivas en tiempos de desempleo y recesión; se trataba de un modelo muy sencillo que asumía que los empresarios no se darían cuenta que la inflación destruía los aumentos nominales en los precios de sus productos ni que los trabajadores entenderían que la inflación esfumaba los aumentos de sueldos obtenidos. Ya Milton Friedman demostró que la curva de Phillips es una ilusión: Es cierto que la inflación a muy CORTO plazo puede producir un aumento en la producción y el empleo; pero esto no puede durar mucho por que pronto el público llega a prever el alza en los precios y la inflación pierde su fuerza como impulsora de la producción, producción y empleo regresan a las condiciones originales pero ahora con el problema de la inflación. Todavía peor, la evidencia empírica muestra que altos niveles de inflación se asocian con altos índices de desempleo llevando al PEOR de los escenarios económicos posibles la estanflación, esto es bajo crecimiento con inflación.

En 1995 el profesor Robert Lucas recibió el premio Nobel de Economía por su teoría de expectativas racionales, con la cual introdujo el último clavo en el ataúd del sistema intervencionista keynesiano, el premio fue otorgado, por su “discernimiento sobre las dificultades de utilizar la política económica para controlar la economía... y por haber transformado el análisis macroeconómico”.

La teoría de expectativas racionales sostiene que los inversionistas y los trabajadores pueden ser sorprendidos temporalmente por manipulaciones políticas, pero que pronto aprenden la lección y anticipan o “descuentan” de antemano los cambios instrumentados por las autoridades, lo cual de hecho neutraliza o anula las políticas monetarias de los gobiernos. La lección es que la gente, al tratar de proteger y maximizar sus intereses ante políticas gubernamentales cambiantes, no se deja engañar por las autoridades, sino que por el contrario actúa en anticipación de esas políticas oficiales. La conclusión es que los gobiernos no consiguen nada positivo imprimiendo más billetes de los que se necesitan cuando se contrae la economía o imprimiendo menos en tiempos de crecimiento. De las investigaciones del profesor Lucas se deduce que los banco centrales, en lugar de estar tratando de afinar y manipular la economía o interviniendo en los mercados cambiarios, deben más bien concentrarse en alcanzar el objetivo realmente importante y decisivo a largo plazo, el de mantener precios estables, es decir, preservar el poder adquisitivo de la moneda.

Otra ramificación de la teoría de las expectativas racionales es que cualquier cambio en la estructura del sistema impositivo afecta automáticamente el comportamiento de los contribuyentes. Esto respalda la teoría dinámica del presupuesto fiscal, bajo la cual una reducción del impuesto a las rentas de capital tiende a producir recaudaciones totales mayores porque se incentiva la inversión esto ha sido afinado por Laffer. De la misma manera, tasas más bajas del impuesto sobre la renta hacen que los obreros trabajen horas extras porque saben que se quedarán con una mayor proporción de lo que ganan, en vez de estar en gran parte laborando para pagar los sueldos y gastos del Estado. Según el profesor Lucas, la eliminación del impuesto a las ganancias de capital incrementaría en 35% el total del capital invertido. Y, desde luego, los primeros en beneficiarse serían la mano de obra empleada en esas nuevas inversiones y los consumidores de nuevos y mejores bienes y servicios que tales inversiones producirían.

Es notable que el profesor Lucas sea el octavo miembro de la facultad de la Universidad de Chicago en ganar el Premio Nobel de Economía. Es más, cinco de los últimos seis Premios Nobel de Economía han sido profesores de Chicago. Desde que Milton Friedman fue laureado en 1976, los economistas nobelados de Chicago han sido Theodore Schultz (1979), George Stigler (1982), Merton Miller (1990), Ronald Coase (1991), Gary Becker (1992), Robert Fogel (1993) y Robert Lucas (1995), un récord espectacular para los “Chicago boys”, tan denigrados por los muy sabios políticos latinoamericanos, que han tenido y tienen a sus gobernados inmersos en la pobreza, y el sub-empleo, dando palos de ciego, implantando una y otra vez teorías económicas que han mostrado en la práctica su rotundo fracaso rechazando los avances en la Economía Positiva por el simple hecho de provenir de “tecnócratas neoliberales” ignorando flagrantemente la evidencia empírica, es decir rechazando la REALIDAD, y sustituyéndola por un “debiera ser” ficticio e imaginario.

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