lunes, junio 12, 2006

Inflacionismo La Teoría Económica de López Obrador

Me permito poner a consideración de los lectores de “Lupa”, algunas consideraciones de teoría económica en particular el llamado inflacionismo en el que Ramírez de la O y por tanto López Obrador basan su propuesta económica:.

A grandes rasgos, existen dos teorías explicativas del proceso económico. Las llamaremos teoría del equilibrio de la producción (oferta) y teoría del poder adquisitivo (demanda). La primera sostiene que la producción precede lógica y necesariamente al consumo y que éste es consecuencia de aquélla. No se puede consumir lo que no ha sido previamente producido. Tampoco se puede incrementar la capacidad productiva consumiendo más. Desde luego, se produce para consumir, bien en el presente, o bien en el futuro, siendo esos deseos de consumo los que guían la producción. Luego, dado que las necesidades de los seres humanos son ilimitadas y que los recursos para satisfacerlas escasean -no vivimos, por desgracia, en Jauja ni en el Paraíso Terrenal, y no basta con desear una cosa para obtenerla-, no existe la posibilidad de una superproducción generalizada. Antes al contrario, es precisamente la escasez de recursos y la jerarquía en el orden de las necesidades que se desean satisfacer, lo que obliga a orientar y equilibrar la producción. Desde este punto de vista puede ser posible que, temporalmente, una superproducción parcial en algunos sectores coexista con una producción insuficiente en otros.

La teoría del poder adquisitivo, por su parte, vincula la producción a las ventas. Si no hay compradores, no hay producción. Por tanto, se puede aumentar la producción, bien obligando a comprar bajo la amenaza de confiscación en caso de no hacerlo, bien arrebatándole a la gente su dinero (impuestos) para gastarlo en su lugar, o bien fabricando dinero para aumentar la capacidad conjunta de compra de la sociedad (Todas teorías de John Maynard Keynes).

La teoría del poder adquisitivo, también conocida como inflacionismo, está plagada de innumerables incoherencias. Su popularidad -la etapa mercantilista, el keynesianismo- se ha debido a una serie de causas: la falta de preparación y la ausencia de profundidad y rigor en el pensamiento de muchísima gente, incluidos profesores y estudiosos del tema económico, el anhelo de recetas rápidas, mágicas e indoloras para salir de las crisis que periódicamente han afectado a la economía, y finalmente la explotación de algunas omisiones que los teóricos del equilibrio en sus diversas escuelas han podido cometer.

Las ideas de Keynes provienen de pensadores asistemáticos de los siglos XVI, XVII y primera mitad del XVIII, y cuyo común denominador es la defensa de las restricciones económicas con la intención de beneficiar los intereses y el desarrollo de industrias particulares. En ellos ya se advierten las principales ideas del inflacionismo, entre otras:

1) La identificación de prosperidad con consumo -inclusive el suntuario. Esta idea se entiende, no como que un mayor consumo es signo de prosperidad, sino como que el consumo crea la prosperidad.

2) Énfasis en la importancia de la balanza de pagos y en el hecho que las exportaciones superen a las importaciones, todo ello con el fin atraer poder adquisitivo hacia el país.

3) Proteccionismo arancelario, para que las compras de los nacionales impulsen a las industrias del país y no se pierdan “creando empleo" en el extranjero.

4) Aumento de la "masa monetaria" a través del envilecimiento de la moneda (rebaja de su contenido metálico). En nuestros días devaluaciones.

5) Fomento de las obras públicas.

6) Confiscación por parte del soberano de todo el metal, lo que equivale a la nacionalización de los pagos internacionales.


Se nota la real similitud y estos puntos listados del mercantilismo inflacionista y las propuestas económicas de López Obrador.



Las consecuencias lógicas de estas doctrinas son absurdas, a la vez que terribles. Absurdas, porque renunciar a las ventajas del comercio internacional implica tener que producir a un coste mayor lo que puede obtenerse de modo más económico.

También son terribles porque, de acuerdo con estas teorías, no puede existir armonía de intereses entre las naciones. Un país que carezca de determinado recurso (por ejemplo petróleo), no tiene forma de adquirirlo entregando otra cosa que no sea dinero, -recordemos que, según la doctrina mercantilista, el resto de países no deberían comprar productos extranjeros elaborados.



Con la publicación en 1776 de La Riqueza de las Naciones, el escocés Adam Smith asestó un devastador golpe a las falacias mercantilistas. Desde entonces, sus defensores se vieron obligados a transitar por los "bajos fondos" del pensamiento económico. Hubieron de transcurrir 150 años para que este ideario volviese a introducirse en el mundo académico, merced sobre todo a la nueva presentación pseudo-científica a cargo de John Maynard Keynes.

Adam Smith ridiculizó a aquellos comerciantes que, incapaces de colocar su producción, se quejaban siempre de la falta de dinero. Como diría el especialista en banca húngaro Melchior Palyi siglo y medio después al criticar el keynesianismo, no parece serio exigir que el consumidor lo compre todo, no importa el precio que se le pida, la calidad que se le ofrezca, la cantidad de cada bien que se produzca, o los costes en que se incurran.

El economista francés Jean Baptiste Say (1776-1832), alcanzó fama universal al establecer lógicamente la imposibilidad de una superproducción generalizada. En su formulación original, la ley establecía que "la producción se compra con producción". La teoría fue reformulada por Keynes: "la oferta genera su propia demanda", para así poder ser mal interpretada. De este modo, su "refutación" pasa por ser uno de los méritos atribuidos a Keynes. Say sencillamente, incidió en algunas verdades irrefutables:

1) Es la producción, y no el consumo, la que genera las rentas y, por tanto, el poder de compra.

2) Los productores producen para poder comprar; la venta sólo es un paso intermedio.

Continúa 3-
3) Cuanto más próspera sea la comunidad en que se viva, mejores mercados se tendrán para colocar la producción.

4) Si no hay producción, no hay nada que ganar comerciando con gente que no tiene nada que entregar a cambio, por tanto aunque la gente tenga dinero no tiene nada que comprar por que no existe.

5) Confundir circulación monetaria con prosperidad es invertir causa y efecto: la producción precede lógicamente al intercambio.

Las ideas inflacionistas tomaron nueva vida durante la década de 1920, Foster y Catchings, alcanzaron extraordinaria notoriedad, presentando una vez más las viejas falacias inflacionistas, con una nueva formulación pseudo-científica en un libro titulado Profits. Los autores sostenían, que "el dinero gastado en los bienes de consumo, es la fuerza que pone en movimiento todas las ruedas de la industria. (…) Para mover las mercancías año tras año sin perturbar la marcha de los negocios, los consumidores tienen que gastar la suficiente cantidad de dinero (…), al objeto de igualar todas las mercancías ofrecidas dólar a dólar". Por tanto, concluían que: "Lo que antes que cualquier otra cosa se necesita para sostener la buena marcha de los negocios es dinero suficiente en manos de los consumidores".Ahora bien, seguían argumentando, en ocasiones se presentan situaciones en las que el poder de compra es insuficiente para adquirir la totalidad de la producción a precios que cubran sus costes. Al buscar el origen de esa insuficiencia, concluyeron que factor más importante al que culpar era ¡el ahorro!.

Según Foster y Catchings existe una gran diferencia entre el dinero que se gasta en bienes de consumo y el que se invierte. El dinero gastado en consumir, absorbe la producción conforme ésta llega al mercado, en tanto que la segunda clase de dinero (el que se invierte o reinvierte) sirve para volver a producir antes de que se haya retirado la producción anterior. En palabras de los propios Foster y Catchings: "El dinero que se emplea en la producción de bienes, se vuelve a emplear en la producción de bienes antes de emplearse en el consumo". El viejo sofisma había vuelto a ser reformulado. Las crisis se producían porque no se consumía lo suficiente y se ahorraba demasiado.

La solución que ofrecieron fue la conocida combinación de inflación y redistribución que, más tarde Keynes acabaría elevando al estatus de principio rector de la política económica gubernamental. Y que agrego yo, es nuestro futuro con López Obrador y Ramírez de la O. dirigiendo la economía del país.

F.A. Hayek (1899-1990) procedió a refutar la "paradoja del ahorro". En el libro Precios y Producción.

Consciente de que lo que mueve al empresario es la ganancia y no las ventas por si mismas, Hayek centró su análisis en los márgenes de beneficio existentes en las diversas ramas y etapas de la producción. Puesto que el beneficio se obtiene deduciendo los costes del total de ingresos por ventas, Hayek no tuvo dificultad en demostrar que un menor nivel de consumo y un mayor volumen de ahorro e inversión, reducía los costes financieros (la cantidad que pagan por intereses) de las empresas. Las explotaciones industriales que funcionaban con grandes inversiones de capital, veían de esta forma aumentada su margen de beneficio. Foster y Catchings habían omitido que, si bien el dinero que no se dedicaba al consumo deprimía el precio y las ventas de bienes de consumo, también abarataba el coste en intereses de las empresas.

El dinero que se destinaba nuevamente a demandar bienes de inversión hacía subir el precio de éstos, elevando así el margen de beneficio de sus fabricantes. De este modo, los factores productivos antes dedicados a producir bienes de consumo, se veían ahora atraídos a la fabricación de bienes de equipo y maquinaria.

Tal cual, la propuesta de López Obrador es una versión tropical de Foster y Catchings.

Hayek se mostró especialmente crítico con la visión de los bienes de producción, como un fondo homogéneo y unitario, que respondía automáticamente a los cambios en la demanda de bienes de consumo. Hayek volvió a insistir en la idea de que los bienes se ordenaban según su mayor o menor distancia del consumo final. Es bien conocido que las empresas tienen en cartera y valoran infinidad de proyectos. Existen proyectos que tardan decenas de años en amortizarse y otros que concluyen en el mismo periodo de inicio. En algunos proyectos, no se empiezan a tener ventas hasta transcurridos varios años. No es el consumo presente, sino el coste de la financiación el aspecto crítico, en todo este tipo de inversiones, que podemos llamar capitalistas. La producción para el consumo de un año, no es más que una fracción del total de bienes producidos y vendidos durante ese periodo. Hayek proporcionó el marco teórico que explicaba todas esas realidades.

Para Hayek, las bajas tasas de interés, el crédito, los bajos impuestos son importantes detonantes de la rentabilidad de las empresas y por tanto por la propensión para invertir y por tanto para crecer como país y generar empleo. Esto es lo que realmente debe buscar un gobernante y no las salidas fáciles, ya ampliamente desechadas por la experiencia en un sinnúmero de situaciones. Peor aún, las salidas fáciles siempre desembocan en inflación, envilecimiento de la moneda y crisis.

Las teorías económicas de López Obrador son una simpleza que se remota a los siglos XVI, XVII arcaicas por decir lo menos, falsas, absurdas y terribles por decir la realidad. Y no hay que ir muy lejos, el último presidente que propuso las teorías inflacionistas bajo la influencia de Andrés de Oteyza, Keynesiano de Cambridge, tal y como lo es Ramírez de la O. El último que decretó aumentos de salarios de 30%, el último que propuso obras faraónicas y elefantes blancos para “detonar la economía”, se llamaba José López Portillo y la crisis que originó fue de tal magnitud que hasta después de 10 años empezamos a sacar la cabeza del hoyo 1992 con los bonos Brady.

Espero que ahora tengas un poco más de conocimientos basados en la historia de la economía, créanme que me ha costado un gran trabajo resumir y tratar de hacer asequible las teorías de tanto economista, ojala hayan quedado claros los principales conceptos, y así con elementos de juicio desechar las propuestas inflacionistas de López Obrador, por que estas son falaces, son sofismas, son mentiras, la experiencia lo ha comprobado así y siempre desembocan en problemas económicos. Por eso, López Obrador y Rogelio Ramírez de la O son un peligro para México. Nos van a volver a hundir, ahora que ya vamos saliendo. Por que si la economía de hunde ¿Qué más importa todo lo demás?...