miércoles, julio 13, 2011

Productividad y Empleo

Me dio tema para este post mi muy apreciado Macario Schettino que ha escrito dos artículos en El Universal el primero “Productividad y Transformación” , el segundo “Compleja Productividad”. Yo fui uno de los que le rezongaron vía Twitter de que no estaba de acuerdo que la productividad genera desempleo. Macario me aclaró y es cierto que el no escribió que generara desempleo sino que “la productividad, que por sí misma significa menos empleos”.

Vamos a entrarle a la discusión.

En primer lugar debo precisar que las ganancias en productividad no son como muchas veces nos quieren hacer creer, originadas en el empeño, vamos en el “echarle ganas”, ni siquiera en el “FUA” (ver en YouTube el significado). Las ganancias significativas en productividad tienen que ver más bien en la inversión de capital, en máquinas. Le escribía a Macario que un operador con un torno revólver, y el mismo operador con un torno CNC (Control Numérico), puede tener incrementos en la producción de varios ordenes de magnitud. Mucho mayores que sacar el “FUA”….

Claro, en el sector de los servicios, sí podría pensarse en el “FUA”, por ejemplo se me ocurre el turismo, pero aún así requieren de capital invertido para tener una mayor productividad y competitividad.

Es, bastante común leer sobre la creencia que las máquinas, la automatización, la inversión de capital crea desempleo, o bueno, está bien Macario, significan menos empleos. Este mito que ha sido destruido miles de veces, miles de veces vuelve a renacer. Cuando, como ahora, existe mucho desempleo, se culpa a las máquinas del desempleo masivo. Esta falacia es la base de muchas prácticas sindicales. Véase por ejemplo lo retrógrados que eran los del SME, tan sólo con ir a Necaxa, su central hidroeléctrica era una experiencia aterradora, un viaje al siglo XIX. La gente tolera estas prácticas por que ya sea que piensa que los sindicatos están bien, o simplemente están muy confundidos para ver en que están mal.

La creencia que las máquinas crean desempleo, cuando se mantienen sin consistencia lógica lleva a conclusiones absurdas. No solamente lo causamos en nuestros días, los hombres primitivos lo deben de haber causado también cuando por ejemplo inventaron la rueda y se ahorraron un buen trabajo y sudor.

Ya en 1776 en “La Riqueza de las Naciones”, en el capítulo sobre la división del trabajo, Adam Smith nos dice que “un trabajador desprovisto de maquinaria podría a lo mucho hacer un clavo al día, y ciertamente no hará veinte, pero con el uso de maquinaria podría hacer 4,800 al día”. Esto en tiempos de Smith…Las máquinas generarían el 99.98 por ciento de desempleo en la industria de los clavos. ¿Podrían estar las cosas más negras?

Cuando la Revolución Industrial estaba en su infancia, las cosas se pusieron muy negras. Por ejemplo en la industria de las medias. Cuando se introdujeron máquinas para hacer medias éstas fueron violentamente destruidas por los trabajadores que las elaboraban manualmente, se quemaron casas, y los inventores de las máquinas tuvieron que huir para salvar sus vidas. Las cosas no se calmaron hasta que llegó el ejército a poner el orden y a los líderes encarcelados o ahorcados. Si, tal cual….

Es fácil comprender a los revoltosos, pensaron que las máquinas permanentemente los reemplazarían, y sobre ellas se fueron. Pero estaban equivocados, como nos cuenta William Felkin en “History of the Machines-Wrought Hosiery Manufacturers”, para finales del siglo XIX la industria de las medias estaba empleando a por lo menos cien hombres por cada hombre que empleaba a principios de siglo.

Richard Arkwright, empresario e inventor de la época de la revolución industrial inglesa. Puede considerarse uno de los primeros empresarios del moderno capitalismo industrial. En 1751 fundó en Cromford, a orillas del río Dervent, una fábrica de hilos de algodón, en la que instaló una máquina hiladora de su invención, movida por energía hidráulica (la water frame); dicha máquina supuso un paso importante en la revolución tecnológica que vivió el sector textil en la segunda mitad del siglo XVIII. En esa época 1760, se estima que había en Inglaterra unas 5,200 ruecas, y unos 2,700 tejedores, en total unas 7,900 personas dedicadas a la producción de textiles de algodón. Hubo mucha oposición al invento de Arkwright en la base de que alteraría la vida de miles (el mismo argumento que maneja Macario), la oposición tuvo que aquietarse usando la fuerza (que bueno que no tenían a Marcelo Ebrard de gobernante y su norma 29). Sin embargo para 1787, veinte y siete años después que apareció el invento, una investigación del parlamento mostró que el número de personas involucradas en la industrial textil del algodón era de 320,000, esto es un ¡incremento del 4,400 por ciento!

Las historias de tecnófobos son muchas y muy variadas, la oposición a las máquinas que ahorran trabajo no sólo han venido de sindicatos y de gente que ignora economía. En 1970 el Nóbel Myrdal publicó un libro en el que se opone a las máquinas que ahorran trabajo en los países emergentes en la base de que diminuyen la demanda de trabajo (muy en línea con el argumento que Macario presenta en su artículo). La conclusión lógica a esto es que a fin de maximizar el empleo es hacer que el trabajo sea lo más ineficiente e improductivo que sea posible, vamos, como trabajaban los del SME. Lo que implica que de los ejemplos expuestos los manifestantes que destruyeron las máquinas para hacer medias y los telares Arkwright, estaban haciendo lo correcto. Podríamos llenar páginas y más páginas presentando casos de tecnófobos, pero es irrelevante lo importante es entender por qué están equivocados. Los datos históricos estadísticos son inútiles a menos que pueda emplearse la lógica deductiva para entender los hechos, de otra forma los tecnófobos bien podrían argumentar que “Estuvieron muy bien en el pasado, pero las condiciones actuales son fundamentalmente distintas; y ahora, no podemos seguir introduciendo más máquinas ahorradoras de trabajo, por que como dice Macario significan menos empleos”.

Si realmente fuera cierto que la introducción de máquinas que ahorran trabajo es la causa de prevenir el empleo y miseria la conclusión lógica que se derivaría de ella sería revolucionaria no sólo desde el punto de vista técnico sino que también tendríamos que cambiar la noción misma de lo que entendemos por civilización. No sólo tendríamos que considerar el progreso tecnológico actual como una calamidad; deberíamos de considerar el desarrollo tecnológico pasado con igual horror.

En nuestras propias actividades cotidianas cada uno de nosotros intenta ahorrarse trabajo, nadie por ejemplo escribiría ahora en una máquina de escribir. Así mismo cada empleador, sea de una pequeña o gran empresa busca constantemente como hacer que sus procesos sean más eficientes y económicos, esto es, ser más productivo, y con ello buscará como ahorrar trabajo. Cada trabajador inteligente y comprometido con su fuente de trabajo tratará de ser más eficiente para cumplir con las tareas que tiene asignadas. Si fuese cierto que la productividad por sí misma significa menos empleos, ¿Por qué no enviar la carga mediante tamemes, como los aztecas, a las espaldas de los trabajadores en lugar de usar camiones o ferrocarriles?

Por supuesto que son falsas, esto nunca ha tenido consistencia lógica. Por tanto, tratemos de analizar y ver exactamente que es lo que sucede cuando se introducen avances tecnológicos y máquinas ahorradoras de trabajo. Los detalles, por supuesto varían para cada instancia, dependiendo de las condiciones de una industria en particular.

Tomemos el ejemplo que Macario expone en su artículo, la fábrica de zapatos que produce 5 diarios por trabajador y con las máquinas ahora produce 8. Como nos dice Macario, “si en la empresa trabajan diez personas que producían 50 pares, acabarán trabajando 8 personas produciendo 60 pares, más baratos. Pero hubo dos que perdieron su chamba”.

Las conclusiones mías y las de Macario ahora difieren sustancialmente: Sí, a primera vista parece clara la pérdida en el empleo. Pero, las máquinas que se introdujeron en sí mismas producen empleos, no en la fábrica de zapatos, pero sí en la industria que las produce incluyendo su diseño, fabricación y mantenimiento. Empleos que no existirían si el industrial zapatero no introdujera sus máquinas. El zapatero ahora produce más barato, y muy probablemente sus zapatos ahora tienen mejor calidad. El industrial zapatero tiene que competir contra otros que hacen el mismo producto, con la introducción de la máquina, probablemente no sólo va a vender más, va a vender, de no haber introducido su máquina quizá sus competidores lo desplazarían y tendría que cerrar. En este caso, no sólo serían los dos empleos perdidos de los que nos habla Macario, serían los diez y el industrial tendría graves pérdidas patrimoniales al quebrar su negocio. Después de una quiebra, el industrial zapatero tendría que buscarse otra manera de vivir,… nada fácil. Pero el industrial zapatero es más productivo y competitivo, sus zapatos son mejores y más baratos de producir, y, por tanto, va a tener mejores ventas, y utilidades. ¡Utilidades! No sólo estará más lejos de poder ser desplazado por sus competidores, ahora se encuentra en una posición ventajosa respecto de ellos.

Pero aún tenemos una aparente pérdida del empleo que debe tomarse en cuenta. Pero al menos debemos de tener en cuenta que la posibilidad real que aún el primer efecto de la introducción de la máquina pueda ser el incremento neto en el empleo, por qué es en el largo plazo en el que el industrial zapatero espera ahorrar dinero al adoptar su máquina y que deberán pasar algunos años antes de que la máquina “se pague así misma”.

Como escribíamos, después de introducida la máquina, el industrial zapatero tiene más utilidades que antes, suponemos para simplificar el razonamiento que los vende aún con mejor calidad al mismo precio que antes. Al llegar a este punto parece ser que el único que ganó fue el capitalista, el industrial zapatero y que sí existe una pérdida neta en el empleo. Pero es precisamente de estas utilidades adicionales como se cambia el panorama para el industrial y las ganancias sociales que deberán venir. El industrial debe usar esas utilidades adicionales en por lo menos alguna de las siguientes formas y posiblemente en todas: Puede hacer crecer su fábrica, comprar más máquinas para hacer más zapatos, para esto, tendrá que contratar más obreros. Puede invertir en otra industria y finalmente puede tomarse sus utilidades y utilizarlas en su propio consumo. En cualquiera de las tres formas consideradas ciertamente que coadyuvará a la generación de más empleos.

En otras palabras, el industrial zapatero al introducir las máquinas que incrementan su productividad y calidad, esto es competitividad tiene utilidades que de otra forma, si se hubiese quedado con sus diez obreros no tendría. Cada peso que se ahorra en la nómina directa ahora lo emplea en pagar a los fabricantes de la máquina, o a los obreros de alguna otra fábrica de bienes de capital, o a los que construyeron su casa nueva o fabricaron su auto nuevo, o los que hicieron la ropa y joyas para su esposa. En cualquier caso, el está dando indirectamente tantos empleos como los que supuestamente se perdieron.

Pero las cosas no paran aquí. Si este empresario empieza a expandirse y a utilizar economías de gran escala en comparación con sus competidores obligará a sus competidores a proceder acorde. Una vez más, tendremos más trabajo a los industriales de los bienes de capital, los fabricantes de las máquinas. Pero la competencia entre nuestro industrial zapatero y sus rivales empieza a bajar los precios de los zapatos. Ya no habrá más grandes utilidades para aquellos que adoptaron las máquinas. Las utilidades del zapatero que adoptó la máquina se reducirán y de sus competidores que no adoptaron la máquina no tendrán ninguna utilidad o tendrán pérdidas. Los ahorros, en otras palabras, serán transferidos a los consumidores.

Pero ahora que los zapatos son más baratos, más gente los comprará. Esto significa que no obstante que se utiliza menos gente para hacer el mismo número de zapatos que antes de introducir las máquinas, se hacen más y mejores zapatos. Si la demanda por zapatos es lo que los economistas llaman “elástica” esto es, que una caída en el precio incentiva la demanda, entonces la industria del zapato en general producirá mucho más zapatos y crecerá, y por consiguiente más gente será empleada en este sector manufacturero. Esto ha pasado históricamente, como narré al inicio del post con las medias y los textiles de algodón y otros muchos, muchos casos.

Pero los nuevos empleos no dependen sólo de la elasticidad para la demanda del producto implicado. Supongamos que el precio de los zapatos cae a casi la mitad del precio del precio inicial, digamos de $1,000 a $500 precio en el que no se vende ni un solo zapato adicional más por efecto de la elasticidad. El resultado para los consumidores es que ahora para satisfacer sus deseos y necesidades por zapatos se ahorran $500 que no tendrían antes en forma alguna. Por tanto, tienen disponibles esos $500 para algo más, lo que proporcionará empleo en alguna otra industria.

En síntesis, en el balance neto los cambios en la productividad por la introducción de máquinas de capital, la automatización y la eficiencia operativa de las empresas no implican menos empleos, no reducen los empleos como Macario Schettino concluye en su artículo.

Como complemento a lo aquí expresado, debe tomarse en cuenta como los impuestos, el ISR a las empresas, puede distorsionar y destruir gravemente las premisas y conclusiones aquí expresadas. El ISR destruye la UTILIDAD y puede hacer no viable la introducción de las máquinas de capital, obliga al industrial a crecer no en base a sus propios ahorros sino a créditos, lo que eleva sustancialmente los costos de modernización y equipamiento. El ISR, ese sí, es el gran destructor de empleos.

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