sábado, febrero 23, 2019

La Tercera Vía Lleva al Socialismo


El Mayor de los Males, el Capitalismo

El dogma fundamental para todas las variedades del socialismo y comunismo es que la economía de mercado, o capitalismo es un sistema malvado que lastima los intereses vitales de la gran mayoría de las personas para beneficio de una minoría rapaz. Condena a las masas al empobrecimiento. Trae la miseria, la esclavitud, la opresión y la explotación del trabajador, mientras que enriquece a una clase de parásitos holgazanes.
Esta doctrina no es original de Marx. Se desarrolló mucho antes que él entrara en escena. Sus más famosos propagadores no fueron autores Marxistas, sino hombres como los Fabianos británicos, Carlyle y Rushkin, los profesores alemanes, y los “liberales” académicos estadounidenses. Y es muy significativo que lo incorrecto de este dogma fue disputado sólo por unos cuantos economistas que pronto fueron silenciados y bloqueados en las universidades. La mayoría de la opinión pública acepta sin reservas la condena al capitalismo. Es por esto, que economistas como Von Mises, Hayek, Friedman, Buchanan entre otros no son conocidos ni por los estudiantes y menos por el público.

El Socialismo

Pero, por supuesto, las conclusiones en la práctica política de este dogma no han sido uniformes. Un grupo declara que no hay otro camino más que borrar de la faz de la tierra este sistema malvado y rapaz, esto es abolir completamente el capitalismo. Ellos abogan por el reemplazo al control estatal de los medios de producción en manos del control privado. Ellos apuntan a establecer lo que es denominado como socialismo, comunismo, planeación estatal, o capitalismo de estado. Todos éstas etiquetas significan lo mismo, y de lo se trata es que ya no más los consumidores con sus compras o abstenciones de compras, determinen lo que debe de ser producido en qué cantidades y con qué calidades. Desde ahora, una única autoridad central deberá de dirigir todas las actividades productivas.

Intervencionismo o Economía “Mixta”

Otro grupo, aparenta ser menos radical. Rechazan el socialismo tanto como el capitalismo. Recomiendan una tercera vía, que está alejada tanto del socialismo “puro”, como del capitalismo “libre”, y proponen una organización que está en medio de los dos sistemas reteniendo, según ellos, de lo mejor de los dos. Este es el intervencionismo que incluso así está planteado en la Constitución mexicana, y que en los hechos es practicado por la mayoría de los países del mundo.
Este sistema ciertamente que es muy popular por la forma que tiene de manejar los problemas económicos involucrados. Como ven las cosas, existen dos clases, los capitalistas empresarios y por la otra los asalariados que discuten como las ganancias del capital y las actividades empresariales. Ambas partes reclaman el pastel para ellos mismos. Ahora viene la mediación con el estado como árbitro que “redistribuye” la riqueza de los ambiciosos capitalistas y le reparte parte de sus utilidades a los trabajadores. Así que es posible destronar al capitalismo sin entronar el socialismo totalitario.
Pero esta forma de juzgar el asunto es por completo falaz. El antagonismo entre capitalismo y socialismo no es la disputa sobre cómo distribuir el botín. Es una controversia de dos esquemas de organización económica y de cuál de ellas lleva a lograr mejores resultados esto es proporcionar bienes y servicios y generar nivel adecuado de vida a la gente. El capitalismo quiere estos logros mediante la empresa e iniciativa privadas, sujeto a la supremacía de las compras o abstención de compras por el público que adquiere. Los socialistas en cambio quieren sustituir el mercado por un plan único diseñado por una autoridad central. Ellos quieren poner en lugar de la “anarquía de la producción de Marx” el monopolio exclusivo del gobierno. El antagonismo no se refiere al modo de distribución de los productos. Se refiere a la forma de producirlos.
El conflicto entre los dos principios es irreconciliable y no permite ningún acuerdo. El control es indivisible. Ya sea que la demanda de los consumidores afecte al mercado para decidir con qué propósito y cómo los factores de producción serán empleados, o es el gobierno el que atiende esto. No hay nada que pueda mitigar la oposición entre éstas dos principios contradictorios. Se excluyen uno con el otro.
El intervencionismo no es la panacea entre capitalismo y socialismo. Es el diseño de un tercer sistema para la organización económica y como tal debe ser considerado.
Los intervencionistas enfatizan que planean mantener la propiedad privada de los medios de producción, la actividad empresarial y el intercambio en el mercado.  Pero van para regular que las instituciones capitalistas siembren el desorden y que injustamente exploten a la mayoría de las personas. El papel del estado, es pues, restringir, mediante órdenes y prohibiciones, la avaricia de los dueños del capital y medios de producción que dañan a los pobres. Laissez-faire o capitalismo libre sin obstáculos es maligno. Pero con el fin el eliminar su maldad, no existe necesidad de eliminarlo por completo. Es posible mejorar el sistema capitalista mediante interferencias y regulaciones  gubernamentales que es mejor al totalitarismo socialista y salvaguardar las características del capitalismo que es deseable mantener.

¡La leche está muy cara! Control de Precios


El gobierno decide que el precio de algún producto, por ejemplo la leche de vaca, es muy alto. Quiere que sea posible que los pobres den a sus hijos más leche. Entonces recurre a decretar un techo para el precio de la leche menor que el que prevalece en el mercado libre.
El resultado es que a ese precio los productores marginales de la leche incurren en pérdidas. Como no puede un granjero individual ir a pérdidas, suspenden el vender la leche en el mercado, la carestía llega. Ellos usarán la leche de sus vacas, que tienen que seguir ordeñándose a propósitos más rentable. Por ejemplo ellos producirán más mantequilla, quesos o carne. Habrá así menos leche disponible para los consumidores, o ninguna. Esto, por supuesto no son las intenciones del gobierno. Ellos querían hacer más asequible la leche para que adquiriera más. Pero como resultado de esta interferencia en el mercado el suministro de leche cae. La medida ha sido en detrimento de aquellos a quienes el gobierno suponía ayudaría, desde el punto de vista de gobierno que la decretó es aún peor que el estado previo que se suponía estuviera diseñado para mejorar.
Ahora, enfrenta se enfrenta con alternativas: Puede revocar la ley y abstenerse en lo sucesivo de tratar de controlar el precio de la leche.  Pero si insiste en mantener el precio de la leche por debajo de su nivel de mercado libre y no obstante quiere evitar la caída en la oferta, de empezar por eliminar las causas que hacen que no sea rentable vender a ese precio. Entonces a su decreto original agrega otro en donde ajusta los precios de todos los factores de producción requeridos para producir la leche a un nivel lo suficientemente bajo para que los productores marginales de leche tengan utilidades y se abstengan de escasearla. Pero entonces la misma historia se repite en un plano más remoto al del producto final, la leche. El suministro de factores requeridos para producir la leche caen, y otra vez el gobierno está justo en donde empezó. Si no quiere admitir su error y abstenerse de manipular los precios debe empujar todavía más allá de los factores inmediatos que producen la leche, ahora deberá ir mucho más allá ajustando y ajustando precios de todos los bienes y todos los factores de producción en la economía incluyendo los salarios. Ninguna rama de industria alguna podrá ser omitida en este ajuste global de precios y salarios y decretar también la cantidad que el gobierno quiere ver produciendo. Si algún sector es omitido porque se le considera no vital o de lujo, el capital y  mano de obra se trasladarán ahí y como resultado se dará la caída en el suministro de aquellos precios que el gobierno ha fijado precisamente porque piensa que son indispensables para las masas.
Ahora que el estado tiene todo el control en los negocios, no puede más considerarse una economía de mercado. No más los consumidores con sus compras o abstenerse de sus compras determinan que debe, cómo y a qué precio producirse. Esto ya no es más capitalismo; es planeación central de todo por el gobierno, es socialismo.

El Patrón Alemán Socialista

Este tipo de socialismo aparenta ser capitalistas: Mantiene a la vista y nominalmente la propiedad privada de los medios de producción, precios, salarios, tasas de interés y utilidades, En los hechos sin embargo nada contaba que no fuera la autocracia irrestricta del gobierno. El gobierno ordenaba a los empresarios que producir, en qué cantidad y calidad, a que precios vender, de quién y a que precios comprar sus insumos. Decretaba con que salarios y donde los trabajadores trabajaban. El intercambio en el mercado era una farsa, una simulación. Precios, salarios y tasas de interés eran fijados por la autoridad, así que eran sólo apariencias, en los hechos eran relaciones de magnitudes en las ordenes del gobierno. El gobierno, y no los consumidores, dirigían la producción. El gobierno dictaminaba los ingresos de los ciudadanos y asignaba a cada quién la posición o rol en la que debía de desempeñarse. Este socialismo es un disfraz grotesco del capitalismo. Es el Zwangswirtschaft del tercer Reich de Hitler y la economía planificada de Inglaterra.
Los alemanes en la Primera Guerra Mundial, empezaron fijando techos a un grupo reducido de bienes al consumidor que consideraban vitales, Como se describió con la leche, era inevitable la falla de estas medidas que obligaron a ir cada vez más lejos y con esto diseñaron el plan Hindenburg que acabó poniendo todas las actividades económicas subordinadas a la exclusiva subordinación de las autoridades. Con la derrota de Alemania todo este aparato colapsó. Pero en 1931 el Canciller Brüning lo restableció así como sus sucesores, el primero de ellos Hitler que obstinadamente se aferró a él.

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Una Intervención Conlleva Más Intervenciones


Lo que uno debe de comprender es que los techos en los precios que afectan a algunos productos fracasan para lograr las metas pensadas. Por el contrario, Producen siempre efectos que desde el punto de vista del gobierno son aún peores que el estado de las cosas previas y que el gobierno se embarcó en alterar. Si el gobierno, en su afán de eliminar estas consecuencias indeseables, prosigue más y más lejos, finalmente acaba por transformar el capitalismo y la libre empresa en socialismo del patrón de Heidenbug o Nazi.
Y esto mismo es verdadero con todo tipo de intromisiones en el fenómeno del mercado. Los salarios mínimos, ya sea decretados u obligados por el gobierno o los sindicatos mediante presión y violencia, tienen siempre como resultado el desempleo que se prolonga año con año tan pronto se les ocurre subir los salarios por encima de las condiciones del mercado. Los intentos de bajar las tasas de interés para expandir el crédito generan, es cierto, un periodo de negocios boyantes en auge. Pero la prosperidad creada es artificial e inexorablemente termina en un bache y recesiones. La gente debe pagar ahora en exceso la orgía del dinero fácil de los años que duró la expansión del crédito y la inflación.
La recurrencia de periodos de depresión y desempleo ha desacreditado a los ojos de la gente sin juicio del capitalismo. Sin embargo, estos eventos no son el resultado de la operación del mercado libre. Por el contrario, son el resultado de interferencias del gobierno bien intencionadas pero mal aconsejadas. No hay forma de subir los salarios y el nivel general del estándar de vida por decretos, sólo podrá lograrse al acelerar el incremento en el capital comparado con el incremento en la población. La única forma de elevar salarios es incrementar la productividad al incrementar la cuota por habitante de bienes de capital. Todo lo que un buen gobierno debe hacer para mejorar el nivel de bienestar de los ciudadanos es establecer el estado de derecho e institucional para tener orden en donde no existan obstáculos para la acumulación de nuevo capital progresivo requerido para mejorar los métodos tecnológicos de producción. Esto es como hemos explicado lo que ha logrado el capitalismo en el pasado y que lo logrará también en el futuro si no es saboteado por políticas intervencionistas erróneas.








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