lunes, septiembre 19, 2011

Seguridad Privada o Estado

“Es el derecho de la gente alterarlo o abolirlo (al Estado), e iniciar un nuevo gobierno estableciendo sus fundamentos en tales principios y organizando sus poderes de forma tal, para que sea más viable el alcanzar la seguridad de todos los ciudadanos” Declaración de Independencia de los Estados Unidos.

Vivimos en México una verdadera tragedia, el Estado Mexicano entendido como aquel que detenta el monopolio de la violencia, ha sido, con creces rebasado. Estamos viviendo todos los mexicanos, en mayor o menor grado dependiendo de la población en la que nos encontremos de una gran inseguridad. No son sólo los muertos de las bandas del crimen organizado, que ahora, más que ser narcotraficantes luchan entre sí, y con el Estado por el monopolio de la violencia. Para el crimen organizado, su verdadero negocio y que quede claro no son ya las drogas, estas son parte del negocio, quizá el principal, pero para el crimen organizado la actividad preponderante es ahora la violencia: Delitos del fuero común, secuestros, extorsiones, vender protección contra ellos mismos, son cosa de todos los días….

Pienso en el propietario del Casino Royal en Monterrey, supongo que es un empresario y no un criminal, que se le ocurrió prestar el servicio de casino para que la gente que deseé divertirse perdiendo su dinero apostando lo pueda hacer. Antes la gente iba a EU, no sólo en Las Vegas, a apostar, muy su problema. Este empresario recibe una doble extorsión, una por parte del crimen organizado y la otra por parte del ayuntamiento, los que se supone deberían de protegerlo, esto es el Estado, el ayuntamiento, no lo hacen y le queman el negocio. Ahora el pobre tipo anda prófugo. No sólo tuvo pérdidas patrimoniales importantes por el incendio por no pagar su cuota de protección al crimen organizado, ahora también, el culpable de sus desventuras por no haberlo protegido como es su obligación el Estado, le ha clausurado el negocio. Este cuento Kafkiano sólo puede pasar en México.

El punto importante es que el Estado Mexicano ha perdido el control y es incapaz de proporcionar la seguridad física y patrimonial que supuestamente es lo que lo hace legítimo.

Veo con pena como gente agredida por el crimen organizado, como el poeta Javier Sicilia, y tantos otros, se encuentran totalmente ofuscados víctimas de su dolor por las pérdidas irreparables que ha tenido. Marchas para la paz, raja política de muchos, lemas como “No más sangre”, son cosa de todos los días.

Los mexicanos, nos encontramos agraviados, dolidos, pero lo peor es que estamos ofuscados y confundidos. No encontramos, ni encontraremos una solución si seguimos pensando, como siempre que la solución de todos los problemas está en el gobierno. Al contrario, el gobierno, es parte del problema.

A la luz de los hechos, un rotundo fracaso, es menester replantear y repensar el rol del gobierno como proveedor de la seguridad física y patrimonial y ante su incapacidad severamente cuestionar si necesitamos un monopolio “oficial” de la violencia que ya ha sido rebasado con creces…

El Hombre es el Lobo del Hombre

La creencia en la seguridad colectiva es una de las más popularmente aceptadas. Quizá más del 95 por ciento de las personas creen en ella. Nada es tan significativo puesto que la legitimidad del estado moderno precisamente recae en esta creencia.

Intentaré demostrar, aunque allá en la calle, lo están demostrando día a día, que la seguridad colectiva es un mito y que no puede proporcionar una justificación para la existencia del Estado y que la tarea de proporcionar seguridad deberá ser privada.

El mito de la seguridad colectiva viene de las ideas de Thomas Hobbes, por esto lo llamaremos el mito Hobbesiano. Después de Hobbes incontables filósofos y economistas han argüido que el estado natural del hombre es la agresividad, esto es somos proclives a lanzarnos todos contra todos a la garganta del más próximo.  Homo homini lupus est. El Hombre es el lobo del hombre. Puesto en la jerga de los economistas, nos encontramos permanentemente en un estado de sub producción de seguridad: Cada individuo dejado a sus propios recursos y provisiones, gastará “muy poco” en su propia defensa, resultando en enfrentamientos interpersonales con todos sus congéneres. La solución a esta situación intolerable es para Hobbes y sus seguidores el establecimiento del Estado: Para que dos individuos A y B sean cooperativos y no se estén matando entre sí, se requiere de un tercer actor independiente E, que es el máximo y supremo juez y procurador de la paz, el aplacador de los instintos agresivos del “lobo”. Sin embargo, este actor E no es tan sólo otro individuo y el servicio que proporciona, que es la seguridad, para que los hombres-lobos no nos estemos matando entre nosotros, no es un servicio privado más. No, E es soberano y tiene dos poderes únicos: Por un lado, E puede insistir en que sus dos sujetos no puedan buscar su seguridad en otro que no sea él. Esto es E es un monopolio territorial compulsorio. Esto quiere decir que en este territorio él proporcionará la protección, pero la proporcionará lo quieras o no, no hay elección puesto que tú hombre lobo A te le querrás ir a la yugular a B y B a la yugular de A así que a los dos hay que cobrarles para que no se maten entre sí. Y por el otro, E puede determinar a su libre antojo cuanto deberán de pagarle A y B por los servicios de seguridad “a fuerzas” que proporciona; esto es, E tiene el poder de crear impuestos para que A y B paguen a fuerzas por su seguridad, para que A no mate a B y viceversa. Así A y B ya disfrutan de la seguridad colectiva. Al llegar aquí me pregunto ¿No es E también un hombre lobo o formado por hombres lobos? ¿Quién ahora me protege de E? Y esta no es una digresión filosófica, los mexicanos, le tenemos tanto miedo a la policía y al ejército como a los delincuentes, es más, para mí no hay diferencia.

Creo que no tiene mucho sentido ponerse a discutir si realmente el hombre es tan bestial y tan malo como un lobo tal y como Hobbes pensó. Tan sólo me gustaría apuntar si el hombre es motivado única y exclusivamente por el instinto agresivo, esto es, de írsele a la yugular de su vecino. Si este fuera el caso, con E o sin E la humanidad ya habría desaparecido de la faz del planeta desde hace mucho tiempo, la humanidad no habría conseguido los avances tecnológicos de eso que llamamos civilización y que es producto de ni más ni menos que lo opuesto a estar agrediendo al los congéneres: La cooperación entre individuos. Hobbes no toma en cuenta ni considera que los seres humanos somos racionales y que, además de los instintos agresivos, que no voy a negar que los tenemos, la razón y la inteligencia humana lo capacitan para restringir y hasta anular esos impulsos naturales primitivos. La naturaleza del hombre ser racional se opone a la solución Hobbeliana del problema de la inseguridad con una IMPOSICIÓN. Más aún ¿Puede la institución del gobierno reducir la actitud agresiva y promover la actitud cooperativa y pacífica, y en consecuencia obtener una mejor seguridad y protección? Las dificultades con la argumentación de Hobbes son por una parte que sin importar que tan malos sean los hombres, E, ya sea un monarca, un dictador o un presidente electo democráticamente es ¡también…un hombre! Resulta ridículo pensar que la naturaleza humana es transformada por el sólo hecho de ser investido gobernante ¿Qué acaso se vuelven ángeles los políticos y policías? Aún más, ¿Cómo van a tener A y B una mejor protección si E les obliga a pagarle impuestos por sus servicios? ¿No existe aquí una verdadera contradicción al asignar a E facultades expropiatorias (robo) a la propiedad privada, siendo que E es el que debe impedir el robo? Esto es, al E tener la coerción y la compulsión ¿No se convierte en un ente violento en contra de A y B?  ¿Y no es esto acaso un fraude o peor aún una extorsión?. Para estar seguros, E proporcionará la protección a A y a B pero sólo si él puede robarle a los dos para que su “negocio” de protección sea más rentable. Seguramente que E está protegido, pero entre mejor protegido este E menos protegidos estarán A y B de los ataques de E.

Muchos estudiosos de la función del estado, desde Thoman Hobbes, hasta James Buchanan e incluso el libertario Milton Friedman han establecido que el estado protector es el resultado de una especie de contrato Constitucional. Sin embargo, ¿Quién en su sano juicio aceptaría firmar un contrato cuyos términos y condiciones sean establecidos de forma unilateral y arbitraria por la contraparte, que el contrato sea irrevocable y que la suma cobrada por el servicio sea fijada arbitrariamente por el prestador del servicio? Nadie…Pero todos lo aceptamos.

Pero regresemos al mito Hobbeliano, que hay más que decir y que pensar sobre él.

Una vez que se acepta que para que A y B sean cooperativos entre sí y no se anden matando entre si se necesita de E. Bajo esta premisa podremos derivar alguna conclusión interesante: Si existe más de un estado E1, E2…Entonces tal y como presumiblemente no puede haber paz entre A y B sin la existencia de E, entonces no podrá haber paz entre los estados E1, E2,…,En,  mientras permanezcan en su estado “natural” (esto es la anarquía) entre ellos. Por consiguiente, a fin de obtener paz universal en toda la tierra, se requiere de un súper estado que mantenga el orden y la concordia entre los estados…

En esta discusión es muy útil establecer lo que no tiene controversia. Así si las premisas son correctas, las conclusiones derivadas lo serán también. Así tenemos que el pensamiento Hobbiano parece ser avalado a primera vista por los hechos en el mundo real. Es totalmente cierto que los estados están muy frecuentemente en guerra, sin embargo, no aparece ni históricamente ni ahora que un poder supranacional esté emergiendo para controlar y regular globalmente. La discrepancia con Hobbes aparece sólo en este respecto. Parece que existe una anormalidad empírica para la cual el argumento Hobbesiano parece no poder tomar en cuenta: La razón de que los estados E1, E2,…En estén en guerra permanente es que se encuentran en un estado de anarquía entre ellos. Sin embargo antes del advenimiento del gobierno supranacional que los controle no sólo los estados E1, E2… están en anarquía, también lo están, según Hobbes,  los ciudadanos de un estado con los ciudadanos del otro estado. Por consiguiente los extranjeros en un país determinado deberían de llevar agresión cuando cambien de estado, así que sería imposible, por ejemplo el mercado internacional. Esto evidentemente que es falso. Las relaciones entre ciudadanos extranjeros aparecen en el mundo real incluso aún más pacíficas que entre los propios nacionales, cosa que no ocurre a nivel interestatal. Después de todo, el estado E tiene la facultad de cobrar impuestos para llevar a cabo sus “relaciones exteriores”. Dada su natural agresividad humana, no es obvio que E sea más descaradamente agresivo con los extranjeros.

Finalmente, es previsible que un estado quiera expandir su monopolio de la violencia a otros territorios a la expensa de otros estados y entonces establecer el gobierno mundial lo que originaría la competencia interestatal por ser el más fuerte, el que gane y que someta a los demás estados obligándoles a pagar tributo. Pero, ¿Cómo todo esto trae mejoras en la cuestión de la seguridad y la protección de los individuos? Parece que lo opuesto es lo que en realidad ocurre, las guerras interestatales son en contra de la seguridad y protección de los individuos de cada estado. Así las cosas el estado supranacional, el estado mundial resultará en el que sea el más poderoso y mejor armado, es el sobreviviente de las guerras interestatales el que ha podido derrotar a todos los demás estados y que, para darles seguridad les cobra tributo a todos. ¿No es esto inquietante?

Entonces, por el momento a reserva de continuar con el tema. Trataremos de concluir que, como los seres humanos no somos racionales, somos unos animales que tenemos el instinto natural de irnos a la yugular de nuestros congéneres, por eso, tenemos que formar y aceptar al estado para que nos ponga quietos, la terminación de la anarquía es lo que supuestamente hace que los seres humanos no nos andemos matando unos a otros. Pero da la casualidad que el estado está formado por seres humanos animales agresivos también, así que también se quiere ir a la yugular a todos los ciudadanos. No resulta lógico que los seres humanos en el momento de formar parte del estado se conviertan como por ensalmo en seres bondadosos y protectores, en ángeles guardianes. Esta es una idiotez. Peor aún, el estado nos impone sus tarifas para proporcionarnos seguridad a su libre albedrío que nosotros, los ciudadanos debemos de aceptarlas, el estado creado supuestamente para darnos protección patrimonial, es el primero en robarnos y despojarnos de nuestro patrimonio para proporcionar la seguridad.

La pregunta importante es, ¿Es verdad que los seres humanos somos unos animales agresivos y que la agresividad es el instinto dominante y tan importante como que necesitemos de un domador al que pagamos forzosamente por sus servicios de protección? Si aceptamos esto, entonces, el ser humano no es un ser racional, no existe la necesidad de cooperar unos con otros, no existe la bondad. Esto es a todas luces falso. Sí existen algunos seres humanos agresivos y poco cooperativos, eso no lo puedo negar, pero son una minoría y para protegernos de esa minoría de agresivos, no necesitamos de un agresor institucional  impuesto, que nos proporcione “seguridad colectiva” y nos imponga sus tarifas de protección robándonos nuestro patrimonio. El estado como detentor del monopolio de la violencia es un mito, es un sofisma, es un engaño, y uno muy grave con enormes consecuencias.


                                                                                                                               




domingo, septiembre 04, 2011

¿Sería Tan Mala la Deflación?

Desde el punto de vista de todos los intereses comunes de los miembros de la sociedad, la cantidad de dinero en la economía es irrelevante. Cualquier cantidad de dinero tanto en el largo como en el corto plazo proporciona el servicio del intercambio indirecto, esto es, te cambio dinero por un producto o servicio en lugar de te intercambio mi producto o servicio por tu producto o servicio, el truque. Esta es la condición inquebrantable de cualquier reflexión sólida en cuestiones monetarias.

Y es el criterio más relevante cuando pensamos en lidiar con la deflación. A la luz de los principios razonados de los economistas clásicos, categóricamente podemos afirmar que la deflación no es lo que comúnmente se alega que sería: Una maldición para todos los miembros de la sociedad. Pero ¿Es esto cierto? La deflación como decíamos es un fenómeno monetario, y como tal no afecta en un ápice los agregados de riqueza de la sociedad ni la importancia relativa de las unidades productoras de bienes o servicios. La deflación es la reducción de la cantidad de dinero y de los sustitutos del dinero (p. e. créditos) y provoca la caída de los precios de los productos y servicios, caída que puede ser dramática. Sin embargo, esta situación, aún siendo dramática no es una amenaza mortal para la sociedad.

Imagine que para mañana todos los precios se caen en un 50 por ciento. ¿Afectaría esto nuestra capacidad para alimentarnos, vestirnos, transportarnos? Ciertamente que no, la desaparición del dinero que provocó la caída en los precios ciertamente que no eliminó las cosechas, el número de pollos y vacas, la ropa en los almacenes, los trenes, aviones o automóviles que nos transportan. Todo esto sigue estando ahí. En una circunstancia de una deflación muy dramática existe mucho menos dinero en circulación que el que existía, y, en consecuencia no podemos vender nuestros bienes y servicios a los precios previos. Pero, nuestros bienes de capital, cosechas, ganado, medios de transporte aún están ahí, nadie las destruyó, la cantidad de dinero no destruye nada, sólo los precios. De esta forma, como todo está en orden, aún podemos tener como empresarios utilidades, éstas no dependen del nivel de precios, dependen de la diferencia entre el precio de venta y el precio que cuesta producirlos o adquirirlos. Cuando hay deflación ambos precios caen y en consecuencia la utilidad se mantiene.

Pero sí existe un cambio fundamental en la economía que trae consigo la deflación: Radicalmente modifica la estructura de la propiedad. Las empresas financiadas en base a créditos se van a la quiebra debido al menor nivel en los precios que no le van a permitir pagar la deuda contratada en la que incurrió cuando los precios eran elevados. También para las personas, aquellos que tenían hipotecas o créditos al consumo también irán a la quiebra debido a que sus ingresos monetarios han caído junto con la caída en los precios generales, como sus créditos permanecen a niveles nominales no podrán pagarlos y quebrarán. Tan sólo el intento de vender activos para liquidar los adeudos provocará una reducción adicional en los precios de éstos activos, tal y como lo estamos viendo con el mercado inmobiliario de EU, España, Irlanda, entre otros, haciendo aún más difícil llegar a acuerdos con los acreedores.

Otro punto importante es que bajo las condiciones actuales de dinero de papel, una gran cantidad de dinero se ha creado en base a créditos, es más, puede afirmarse que el dinero en nuestro sistema actual es crédito. Dinero creado de la nada por el sistema bancario en virtud del sistema de reserva fraccionada. Con la deflación este sistema se desmorona, cada firma, cada individuo que vaya al impago, a la bancarrota no sólo vulnera los activos del sistema bancario, hace desaparecer el dinero que fue creado de la nada. Con esto, la deflación regresa a la realidad.

Sin embargo, debemos de enfatizar que las bancarrotas, sin importar que tantos individuos o empresas estén implicados no afecta en nada el capital, esto es todo aquello que produce riqueza de la nación, ni tampoco afecta en nada los bienes de consumo duradero como las casas habitación, y en particular, éstas bancarrotas no previenen que pueda seguirse produciendo. Durante la bancarrota, existe la liquidación de activos así que otras personas tomarán cargo de las empresas liquidadas o usarán sus activos en otras. Esta es gente o empresas que para el momento de la deflación tenía dinero ahorrado y no tenía deuda.

En síntesis, el punto verdadero de la deflación es que no oculta la redistribución que va de la mano con los cambios en la cantidad de dinero. Descubre y hace visible la miseria de mucha gente, para beneficio de igualmente visibles ganadores. Esto radicalmente contrasta con el esquema inflacionario que crea ganadores anónimos a expensas de perdedores anónimos. Por tanto, ambas, la deflación y la inflación son un juego de gana cero. Pero la inflación es subrepticia, es usada por los gobiernos de forma oculta para financiarse y quitar valor a su deuda, es por así decirlo el vehículo perfecto para la explotación de la población para arrancarle su riqueza sin que apenas se percaten a través de sus falsas élites gobernantes, mientras que la deflación implica un proceso abierto, transparente la redistribución se verifica conforme a la ley a través del procedimiento de bancarrota.

De esta forma hemos visto que no es la deflación inherentemente mala y que en consecuencia está muy lejos de ser evidente que la política monetaria prudente busque evitarla, o amortigüe sus efectos al precio que sea. Es cierto, la deflación crea una gran cantidad de perdedores, y muchos, la mayor parte de estos perdedores son gente inocente, trabajadora, que no ha sido lo suficientemente prudente para moderar la contratación de sus créditos y anticipar el evento deflacionario. Pero la deflación también crea muchos ganadores, y lo más interesante es que castiga a los “empresarios” mercantilistas que han lucrado con sus conexiones con aquellos que tienen el control de la producción del dinero fiduciario, esto es, con el gobierno.

Ciertamente que la deflación no es una especie de inversión de la inflación previa y que repara el daño hecho en las redistribuciones previas. Trae consigo un nuevo round de redistribuciones que se agrega a los rounds previos inducidos por la inflación. La conclusión importante es que toda política monetaria tiene efectos redistributivos. Si se estable la deflación y se combate re inflando esta política implica también una redistribución en la que habrá forzosamente ganadores y perdedores.

En consecuencia no existe racionalidad económica para establecer una política monetaria que sea una lucha ardiente y frontal contra la deflación en lugar de que la deflación siga su curso natural. Ninguna política monetaria beneficia en país alguno a todos sus pobladores: Siempre una parte de la sociedad sacará beneficio de la otra. Ningún servidor público leal puede de forma testaruda o visceral fijar una postura en contra de la deflación, y tampoco podrá invocar a la autoridad de la ciencia económica para respaldar su postura anti deflacionaria.

Pero existe un punto de vista final que amerita consideración y que es de hecho el punto decisivo de nuestro problema: Existen fundamentalmente dos opciones a seguir en la política monetaria, en la primera, la que hemos venido siguiendo, es incrementar la cantidad de dinero, la segunda opción es dejar de hacerlo. Ahora la pregunta es, si queremos seguir despedazando el valor del dinero hasta que colapse todo el sistema fiduciario, o, dejar que las cosas sigan su cauce. ¿Estamos concientes del peligro que representa el colapso de todo el sistema financiero actual? ¿Qué falsos mesías emergerán? Me preocupa que por condiciones semejantes surgió la peor bestia que ha conocido la humanidad Adolf Hitler….